El brasileño de 30 años, llamado a ser el mejor del mundo, es sólo el 7º más valioso del planeta. Qatar podría ser su último Mundial: «No sé si voy a tener la fortaleza mental para lidiar con el fútbol».
«Para mi familia y mis amigos soy Batman. Pero si no me conoces, soy el Joker». En el documental de Netflix Neymar, el caos perfecto, el futbolista brasileño abre de par en par sus sentimientos, recuerda su carrera y enseña cómo ha sido y es la relación con su padre, un vínculo imposible de olvidar a la hora de intentar explicar la propia década ominosa del jugador llamado a dominar el fútbol mundial cuando Leo Messi y Cristiano Ronaldo hincaran la rodilla.
Diez años que, como aquellos del siglo XIX en España, han tenido de todo: depresiones, guerras, división y algo de éxito. Neymar (Mogi das Cruzes, 1992) ha pasado por tantas caras que es difícil centrarse sólo en una. Fue joven estrella, personaje mediático y televisivo en Brasil, fiestero en sus ratos libres, víctima en el Mundial de su país, segundo espada en el Barça, acusado por violación, protagonista del mayor fichaje de la historia, odiado por su propia afición al querer volver al Camp Nou, mejor futbolista del mundo durante unos meses de 2020, nombre principal en el parte médico de su equipo durante tantas y tantas eliminatorias de Champions…
Una lista que no llega a resumir su carrera, pero que sirve para entender el monumental embrollo que ha sido su vida desde el inicio. «En 2010 el Santos le pagaba 500.000 dólares de salario y ya ganaba 11 millones sólo con la publicidad. 20 veces más que con el fútbol», explica su padre en el documental. En ese momento, Neymar tenía 18 años y el famoso peinado del mohicano protagonizaba todos los anuncios de televisión de Brasil. «Estaba en todas partes», recuerda en el documental.